En un mundo hiperconectado, global y extremadamente digital, el lenguaje de las imágenes prevalece en las ciudades. Por ejemplo, fotos que recibimos en el móvil, autobuses etiquetados o edificios gigantes con pantallas LCD. Se ha creado un sistema de exposición al estímulo que no discrimina contra las voluntades. Cada paso que hace un peatón (por las calles o establecimientos) se mide mediante estudios de mercado, ya sean los pasos de un niño, un adulto o incluso mientras no se camina y permanecemos estáticos.
¿Cuál es nuestra tolerancia para el bombardeo de eslóganes, colores y formas? Veamos ciudades como Tokio, Times Square en Nueva York o Picadilly Circus en Londres y tomémoslo como una atracción justa futurista. Es el presente y nada más que una exhibición desvergonzada de un modelo que, para un mayor o menor grado, se repite en todas partes. ¿Podemos imaginarnos cómo las ciudades del futuro estarán relacionadas con la publicidad? Tal vez la visión que podemos configurar será muy pura y crítica, obligándonos a decir que en unas pocas décadas habremos pasado de fijar nuestros ojos en el suelo y el cielo para mantenerlos observando de forma activa y pasivamente los tejidos sintéticos. El proceso de hipnosis siempre está inconsciente.